Hace una semana publiqué en mi blog de relatos algo que escribí para el proyecto de Reivindicando blogger y la verdad es que me gustaría compartirlo con vosotros también, ya que muchos no conocéis ese otro blog y saber lo que opináis de él. El enlace lo tenéis arriba, en otros, pero os lo dejo AQUÍ por si queréis echarle un vistazo. Un abrazo a todos y disfrutadlo.
Observó
su cuerpo inmóvil en el asfalto y, por primera vez en milenios, tuvo
ganas de llorar. Sentado esperaba que aquella mujer volviera a
respirar y rezó para que sucediera un milagro, algo que hacía
tiempo que no esperaba. La última vez que suplicó fue hace
muchísimo tiempo pero lo recordaba como si hubiera sido ayer mismo.
Sintió un pinchazo en su oscuro corazón y el terror se adueñó de
él. Jamás había sentido algo así, tan fuerte que parecía que le
desgarraba, y aquello le asustaba. Sentado en un banco esperó a que
la ambulancia llegara y la reanimaran. Había llamado, unos diez
minutos antes, la dueña de la librería de la esquina pero no se
había quedado a esperar. Nadie lo había hecho. Quizás el mundo se
había deshumanizado tanto que un muerto más no tenía importancia.
Él, desde luego, no pensaba que hoy la vería a ella así, y aunque
ya estaba acostumbrado a los muertos por su trabajo esto le afectaba
terriblemente.
Había
estado meses observándola. Se fijó en ella cuando iba a visitar a
un cliente que le necesitaba con urgencia, y cuando la vio pensó que
había hecho algo y estaba en el cielo. La mujer en cuestión no era
alguien extraordinario. Era bajita, tan bajita que no llegaba ni al
metro sesenta, su pelo era un nido de rizos que trataba de controlar
con una trenza bastante gruesa, era gordita también, con unas
grandes gafas de pasta y aferrada siempre a un libro. Quizás con la
prisa que tenía no se hubiera fijado en ella de no ser por aquella
expresión. Aquel día, la chica estaba mirando un libro con tanta
pasión que sintió algo, una punzada desconocida, y cuando ella se
giró para hablar a alguien que ya no estaba y vio esa sonrisa supo
que su vida jamás volvería a ser igual. Y así había sido, se
había cruzado con ella mil veces pero jamás le veía a él. Nadie
podía verle.
Con
tristeza, y sabiendo que había llegado la hora, se acercó a ella y
se agachó. No quería hacerlo. No podía. Pero debía, era su
trabajo después de todo. Se puso de cuclillas y le acarició su frío
rostro. Recorrió sus pecas con delicadeza y le acarició la mejilla
con un amor que pensó que no podría sentir. Peinó con sus frías
manos el cabello de la mujer, que aquel día ella había decidido
llevar suelto, y sintió pena porque supuso que se lo había dejado
así para alguna ocasión especial. Recorrió su cuerpo con la mirada
y cuando iba a poner la mano en su corazón, dispuesto a terminar su
tarea, oyó la ambulancia.
Se
levantó con rapidez y fijó la mirada en aquel vehículo que llegaba
veloz para salvar la vida de la mujer que creía amar. Cuando estaba
a punto de llegar hasta ella la duda le asaltó.
— Y
si.. podría llevarla conmigo. Estar juntos para siempre —murmuró—.
Si vive jamás podrá verme, podría arrebatarle el último aliento
de vida que le queda en el cuerpo y...
Se
agachó para hacerlo, dispuesto a cometer tal acto egoísta pero algo
se lo impidió. Quizás esos sentimientos que le inundaban cada vez
que sus ojos se fijaban en ella. Acarició su guadaña, tan fría
como siempre, y la dejó en el suelo. Le acarició una vez más y, la
besó en la mejilla, con cariño, con delicadeza y con un profundo
amor.
—Todavía
no es tu momento, Meredith —volvió a coger su guadaña e hizo algo
que aquel día, hace tantos años, no se atrevió a hacer—. Algún
día nos reuniremos pero aún no —pronunció unas palabras en un
idioma desconocido y observó cómo recuperó un poco el color la
mujer del suelo—. Hasta entonces, espero que disfrutes de mi
regalo.
Estuvo
ahí hasta que los de la ambulancia la subieron y se alejaron a toda
prisa, desesperados por llegar pronto al hospital más cercano. La
muerte sonrió, se bajó la capucha y se dio la libertad de sentir el
sol unos instantes. Después, volvió a colocarse aquella máscara de
frialdad y se fue.
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